Un lóbulo rasgado es aquel en el que el orificio se ha alargado de forma excesiva, pudiendo incluso llegar a romperse por completo. Normalmente sucede a causa del uso continuado de pendientes colgantes y pesados. Esta condición conlleva que el pendiente del lóbulo afectado no quede colocado en la posición óptima, o bien, impide llevar pendiente, en caso que el orificio se haya abierto por completo.
La reparación del lóbulo rasgado es una técnica quirúrgica sencilla y con una rápida recuperación. Una vez realizada la intervención, se recomienda esperar un mínimo de uno a tres meses para agujerear de nuevo el lóbulo.